El futuro es el transporte público
Artículo de opinión conjunto
Por Mark Watts, director ejecutivo del grupo C40 Cities, y Stephen Cotton, secretario general de la ITF
Gracias a los sistemas de transporte público de todo el mundo y al personal que garantiza sus operaciones, las comunidades han podido seguir moviéndose durante la lucha contra el COVID-19. Son los hombres y mujeres que trabajan como conductores de autobús, operadores ferroviarios, guardas, vendedores de boletos, mecánicos y limpiadores quienes han permitido que otros trabajadores y trabajadoras de primera línea hayan podido acudir al trabajo día tras día. Ha llegado la hora de que los Gobiernos también den un paso al frente y, además de cancelar los déficits presupuestarios acumulados con el desplome en el número de pasajeros durante los confinamientos, aprovechen la coyuntura creada con el cambio en los patrones de trabajo y viajes para invertir en la expansión y el objetivo de cero emisiones de los servicios de transporte público, de modo que actúen como eje de una recuperación ecológica y justa de la pandemia.
Ahora que nos vamos acercando al final de la crisis, y a pesar de los enormes retos a los que nos seguimos enfrentando, a nuestras sociedades se les presentan magníficas oportunidades de resurgir más fortalecidas, inclusivas y cohesionadas.
Un factor indispensable a la hora de materializar estas oportunidades será el modo en que cada sociedad invierta en el transporte público. Con la pandemia, los enormes déficits de financiación ya acumulados en estos servicios se han ido agravando con unas circunstancias económicas desastrosas. En Italia, se calcula que se han perdido 1800 millones de dólares (1500 millones de euros) en facturación de taquilla de operaciones de transporte durante 2020[1]. El transporte público brasileño registró pérdidas económicas de 1700 millones de dólares (9500 millones de reales brasileños)[2] a lo largo de 2020. Las autoridades del transporte de Vancouver admiten unas pérdidas aproximadas de 75 millones de dólares al mes[3]. La Autoridad de Transporte Metropolitano de Nueva York estima que el déficit de 2021 se situará en 6000 millones de dólares y que el déficit acumulado rondará los 16 000 millones en un periodo de cinco años a consecuencia del COVID-19[4]. Muchos sistemas de transporte público han respondido ante este panorama con la reducción de servicios, como la reducción de la frecuencia de los autobuses, de los servicios nocturnos o de las rutas más rentables.
Es ahora cuando los Gobiernos deben establecer compromisos ambiciosos de inversión en infraestructuras y operaciones de transporte público para la recuperación del COVID-19. Aunque celebramos las medidas que algunos Gobiernos nacionales han tomado para garantizar la supervivencia de los sistemas de transporte colectivo ante la crisis urgente del COVID-19, necesitamos una financiación a largo plazo, estable y directa que permita a las ciudades proteger los servicios de transporte público y a su personal e invertir en un transporte con mejor expansión y cero emisiones. Una transición justa servirá para crear y proteger el empleo verde y garantizar que la expansión del transporte público ofrezca oportunidades laborales a millones de personas. Es nuestra oportunidad de invertir en las ciudades y proteger el empleo, a los trabajadores y a los ciudadanos, pero también, y de forma más apremiante, de blindarlas de cara al futuro y ante la crisis mundial que nos acecha: la emergencia del cambio climático.
Los trabajadores y trabajadoras, alcaldes y alcaldesas, dirigentes sindicales y ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo se están alzando unidos para reclamar inversiones que transformen el transporte público a fin de crear y proteger millones de empleos decentes que sirvan para lograr una recuperación mundial ecológica y justa que se cimiente sobre los servicios públicos. Se nos ofrece una oportunidad crucial para promover la igualdad de género tanto en los trabajos como en los servicios y una estrategia de empleo de futuro para los jóvenes.
Del modo en que los Gobiernos inviertan en la recuperación tras la pandemia depende que aceleremos la transición hacia una economía más justa y verde o se imponga la contaminación durante décadas. Según un estudio del grupo C40, entre un 40 % y un 80 % de los trayectos urbanos debe hacerse a pie, en bicicleta o en transporte público antes de 2030 para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 oC. En pocas palabras, no existe una ciudad sostenible sin transporte público.
Si nos tomamos en serio la emergencia del cambio climático —y no nos queda otra—, el estímulo para la recuperación debe ser rotundo, verde y rápido.
Además de para limpiar el aire y reducir las emisiones, un transporte seguro, asequible y de calidad en las ciudades es fundamental para cuidar de los trabajadores y trabajadoras de primera línea que llevan un año jugándose la vida para protegernos. La pandemia se ha ensañado con la salud del personal del transporte; muchos miembros de organizaciones afiliadas a la ITF han fallecido en todo el mundo. Solo el Sindicato Unificado de Transporte Público (ATU) de los Estados Unidos ha perdido a más de 140 miembros a lo largo de este último año. El transporte público ha actuado como salvavidas de nuestras comunidades, y ha llegado el momento de reconocerlo como es debido.
El transporte público es una cuestión de justicia social y económica. La viabilidad de un transporte público asequible y accesible está en riesgo justo cuando la pandemia nos demuestra cuánto dependemos de él. El transporte colectivo es un servicio esencial para todos aquellos trabajadores y trabajadoras que tienen que desplazarse para trabajar durante la pandemia, como el personal sanitario o dedicado a los cuidados, los profesores o todos los que contribuyen a mantener los estantes llenos de alimentos en las tiendas. En efecto, nos convierte a todos en usuarios y usuarias del transporte público, independientemente de si nos servimos de él de forma directa o indirecta. Resultará crucial que en nuestra salida de la pandemia garanticemos el acceso al trabajo a aquellos que no disponen de vehículo particular. Parece probable que aquellos trabajadores y trabajadoras que pueden teletrabajar lo hagan con más frecuencia después de la pandemia; se abre así una oportunidad de ajustar el objetivo de los servicios de transportes para alejarlos de las rutas diseñadas para cubrir las necesidades de los que viajan al centro de las ciudades y enfocarlos en aquellos trayectos entre barrios que usa una mayor variedad de personas.
Asimismo, debemos facilitar la transición justa de los servicios informales a los formales con la participación de los trabajadores y trabajadoras y de las comunidades. El transporte público emplea formalmente en todo el mundo a 7,3 millones de personas, y, en muchas partes, los trabajos que se ejercen informalmente pueden representar hasta un 30 % o un 40 % extra del número total de empleos en el transporte[5]. Con la cantidad de familias y comunidades que están en juego, no podemos permitirnos el descalabro del transporte colectivo.
El nuevo estudio que publica hoy C40 Cities revela que, además de proteger los empleos actuales y reducir las emisiones del transporte urbano en más de la mitad para 2030, la inversión en los sistemas de transporte públicos creará 4,6 millones de nuevos puestos de trabajo antes de 2030 en 100 ciudades de la red C40 y sus cadenas de suministro, lo que a su vez repercutirá en la economía como resultado de un mayor acceso al transporte público. Debemos abogar por los sistemas de transporte público y protegerlos como medida eficaz para lograr una recuperación justa y ecológica en las ciudades y porque resultarán esenciales para una vida sostenible en las ciudades del futuro.
Para lograr una recuperación ecológica y justa, se necesitan inversiones públicas que creen nuevas y mejores redes de metro y consigan un incremento de la frecuencia y rapidez de los servicios ferroviarios suburbanos y un sistema de autobuses formal y mejorado con cero emisiones con una transición justa para los trabajadores y trabajadoras. Nuestras ciudades merecen contar con sistemas integrados de boletería y de información en tiempo real y con inversiones en el transporte público eléctrico. Es nuestra responsabilidad concebir y crear un futuro debidamente financiado en que cualquier individuo pueda montarse en un autobús o un tren de forma asequible, segura y fácil para acudir al trabajo, al colegio, al hospital o al mercado.
Con inversiones audaces en el transporte público se garantizará la supervivencia de los hombres y mujeres que trabajan y habitan en diversas partes del mundo, pero también su prosperidad y contribución en la defensa del clima. En tiempos de desempleo generalizado en todo el mundo y de emergencia por el cambio climático, el futuro es el transporte público.
[1] UITP Europa (13 de mayo de 2020). European CEOs and city representatives call for local public transport to be a key sector in the European recovery plan [CEO y representantes de ciudades de Europa reclaman que el transporte público local sea un sector clave en el plan de recuperación europeo]
[2] https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2021/01/transporte-publico-circula-com-61-dos-passageiros-e-pode-sofrer-mudanca-estrutural-em-2021.shtml
[3] https://www.cbc.ca/news/canada/british-columbia/translink-seeking-emergeny-funding-coronavirus-pandemic-1.5531302
[4] Mass Transit (19 de noviembre de 2020). New York MTA lays out dispiriting 2021 budget proposal with drastic cuts to service and staff levels [La MTA de Nueva York presenta un desalentador proyecto presupuestario para 2021, con drásticos recortes de servicio y personal]
[5] OIT (2020). Nota informativa sectorial de la OIT sobre el COVID-19 y los servicios de transporte urbano de pasajeros