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La juventud trabajadora del transporte y el COVID-19

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Nuestros miembros: presente y futuro del movimiento sindical

Los trabajadores y las trabajadoras jóvenes están padeciendo las consecuencias económicas más devastadoras del COVID-19. Esta pandemia está afectando a todos los aspectos de la vida: se han producido cientos de miles de muertes, millones de personas han perdido sus empleos, y se han paralizado sectores enteros de la economía mundial. El impacto de la pandemia para los trabajadores está siendo grave pero desigual. Las personas mayores son las más vulnerables a las consecuencias de la enfermedad en sí misma, pero los jóvenes son quienes más están sufriendo sus devastadores efectos económicos. 

Uno de cada diez trabajadores menores de 30 años ha perdido su empleo en los últimos meses. Desde que estalló la pandemia, más del 70 % de los trabajadores jóvenes ha visto reducida su jornada laboral y gana menos que los trabajadores de mayor edad. Si no cambian las circunstancias actuales, no se espera una mejora de la situación en un futuro próximo. La mayoría de los trabajadores y las trabajadoras jóvenes cree que probablemente perderá su empleo de aquí a agosto de este año. La falta de redes y de experiencia puede dificultarles más encontrar otro empleo digno, y podrían verse obligados a trabajar con menos protección social y jurídica.

Los jóvenes que trabajan en el sector del transporte tienen más riesgo de perder su empleo y de que les reduzcan su jornada laboral. Muchos se encuentran en desventaja, dado que llevan relativamente poco tiempo en sus puestos de trabajo y, por lo tanto, disfrutan relativamente de menos protecciones. Muchos y muchas jóvenes han perdido sus empleos en la industria de la aviación, y las estrategias de reducción de costos aplicadas por las aerolíneas y los aeropuertos seguirán socavando las condiciones laborales, sobre todo para los jóvenes. Del mismo modo, cientos de personas jóvenes en todo el mundo que trabajan en puertos han perdido sus trabajos debido a su situación contractual.

La juventud está más expuesta a la automatización y la digitalización de sus puestos de trabajo que cualquier otro grupo etario. Un estudio reciente de la OIT revela que los empleos que ocupa la gente joven tienen más probabilidades de ser automatizados, en su totalidad o en parte.

Además, hay una presencia excesiva de jóvenes en algunas de las categorías profesionales más marginadas: el 77 % de los jóvenes que trabajan en el mundo ocupa empleos informales, algo que agrava su vulnerabilidad en esta crisis. En muchos casos, los jóvenes trabajadores y trabajadoras del transporte informal perdieron su empleo casi de la noche a la mañana o trabajan en condiciones precarias.

Las crecientes formas de empleo atípicas, la economía de las microtareas —sobre todo en las zonas urbanas—, el reparto de comida a domicilio y el transporte de uso compartido han seguido funcionando en muchas de las ciudades del mundo durante la pandemia. Lamentablemente, a pesar de los servicios clave que prestan, estos trabajadores y trabajadoras siguen trabajando en condiciones precarias, con salarios de miseria y horarios irregulares, prestaciones laborales deficientes, protecciones de salud y seguridad más débiles o inexistentes, sin disposiciones que garanticen las bajas remuneradas por enfermedad y con escasa o ninguna protección social. Debido a las medidas de confinamiento, quienes trabajan realizando microtareas han visto caer sus ingresos, y las plataformas digitales que los contratan no asumen ninguna responsabilidad, ya que siguen argumentando falsamente que no son empleados de su entidad, sino autónomos. Este tipo de relación laboral acaba excluyendo a estos trabajadores de los subsidios y ayudas salariales que están ofreciendo los Gobiernos.

Asimismo, en la creciente economía informal del norte global trabaja un número cada vez mayor de jóvenes migrantes. Más del 70 % de todos los migrantes internacionales son jóvenes. En 2019, más de 38 millones de migrantes internacionales tenían menos de 20 años.

Las desigualdades mundiales llevan a muchos y muchas jóvenes a buscar empleo en otros países, incluso cuando estos empleos tienen condiciones de explotación. Por consiguiente, los jóvenes migrantes suelen vivir en zonas superpobladas, con escaso acceso a agua y malas instalaciones sanitarias. También suelen tener poco acceso a la información, debido a las barreras lingüísticas y culturales. 

A menudo, su condición de migrantes les impide acceder libremente a los servicios locales de atención sanitaria, por lo que tienen que pagar por las pruebas, la atención y el tratamiento. Todas estas condiciones los hacen más vulnerables ante el virus y las medidas de confinamiento. En todo el mundo se estigmatiza a los migrantes como “portadores del virus”, con lo que acaban siendo víctimas de ataques xenófobos y racistas. También se los excluye de las redes de seguridad social, como las ayudas salariales y la vivienda. Debido a las medidas de confinamiento, los jóvenes migrantes están ahora sin empleo y varados en lugares lejos de sus casas. Para los migrantes internacionales, la pérdida del empleo los despoja de su derecho a permanecer en el país, a la vez que se les impide regresar a su país de origen debido a las restricciones de viaje relacionadas con el COVID-19.

En estos tiempos de crisis sin precedentes, se pide a muchos jóvenes trabajadores y trabajadoras que sigan trabajando y proporcionando servicios y bienes clave. Por ejemplo, los jóvenes marinos y marinas siguen operando, a pesar de que las restricciones a los viajes están dificultando las rotaciones de las tripulaciones y su repatriación, ampliando sus periodos de servicio y horas de trabajo, y manteniendo a estos trabajadores separados de sus familias por más tiempo del previsto. Con demasiada frecuencia, las personas jóvenes que trabajan en otros sectores clave como el transporte público, el almacenamiento y la logística, que mantienen en movimiento la cadena de suministro, no reciben equipos de protección individual adecuados y operan en lugares de trabajo que no cuentan con instalaciones de saneamiento adecuadas, con lo que corren graves riesgos de contraer COVID-19, además de tener un acceso limitado o nulo a los planes de protección. Debido a estas condiciones de trabajo inseguras, muchos trabajadores y trabajadoras jóvenes han enfermado y fallecido a causa del coronavirus.

La destrucción de puestos de trabajo, las condiciones laborales inseguras, los medios de vida precarios y la perturbación de las relaciones sociales exponen más a la juventud a problemas de salud mental. Muchos jóvenes han sufrido y seguirán sufriendo crisis emocionales y psicológicas que podrían conducir a comportamientos autodestructivos o incluso al suicidio. 

Los jóvenes trabajadores y trabajadoras no deben pagar el precio de esta crisis. Representan el presente y el futuro de la industria del transporte y deben erigirse en eje central de la recuperación. En línea con las reivindicaciones de la ITF para los trabajadores y las trabajadoras de los distintos sectores del transporte, los trabajadores y las trabajadoras jóvenes deben recibir también protección a través de las siguientes medidas:

  1. extender las disposiciones sobre empleo, ingresos, salud y seguridad a todos los trabajadores, independientemente de su relación laboral, la antigüedad de su contrato o su ciudadanía.
  2. otorgar la residencia temporal a todos los migrantes, independientemente de su situación, a fin de facilitar su acceso a los servicios sanitarios, financieros y sociales.

El COVID-19 está poniendo de relieve las vulnerabilidades de los jóvenes trabajadores y trabajadoras, cada vez más presentes en empleos mal pagados y sin apenas protección. Las opciones y prioridades económicas, sociales y políticas —tanto durante la pandemia de COVID-19 como después de ella— tienen que promover el empleo juvenil, abordando las causas fundamentales de la vulnerabilidad de la juventud trabajadora, como la precariedad laboral, las condiciones de trabajo y de vida peligrosas, los problemas de salud y seguridad en los lugares de trabajo, la falta de igualdad de derechos de los trabajadores migrantes, la discriminación y el empleo informal. 

Frente a la pandemia de COVID-19, los jóvenes trabajadores y trabajadoras del transporte reivindican intervenciones encaminadas a:

  • garantizar unas condiciones laborales dignas en todas sus relaciones de trabajo y contractuales, que protejan plenamente sus derechos fundamentales en el trabajo y erradiquen el empleo precario y todas las formas de trabajo forzoso y peligroso.
  • promover el empleo juvenil mediante el apoyo a la transición del sistema educativo al mundo laboral, ofreciendo servicios de orientación profesional y de colocación, incentivando el aprendizaje formativo de calidad y garantizando la oferta de empleos de nivel inicial adaptados a las necesidades de la juventud, y diseñando un conjunto de políticas destinadas a “fomentar el pleno empleo, productivo y libremente elegido”, conforme a lo dispuesto por el Convenio núm. 122 de la OIT y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 8.5.
  • introducir nuevas políticas de empleo que aborden el impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral (C122 de la OIT), con objeto de garantizar la transición de los jóvenes trabajadores y trabajadoras a empleos con menor riesgo de automatización ajustados a sus intereses y aptitudes.
  • invertir en la capacitación y el perfeccionamiento profesional de los jóvenes, a fin de prepararlos para responder a las nuevas formas de trabajo y a los cambios ocupacionales, que cada vez dependen más de herramientas digitales y nuevas tecnologías, y facilitarles la adquisición de nuevas aptitudes tecnológicas en el marco de un sistema eficaz de aprendizaje permanente.
  • poner fin a la explotación laboral que ejercen las plataformas digitales de microtareas, haciendo campaña para aumentar la afiliación sindical en este tipo de empresas y reivindicando una regulación adecuada de las mismas, y desarrollar un nuevo modelo de plataformas digitales justas, en consonancia con el marco de principios elaborado por la ITF a este respecto.
  • apoyar a los jóvenes trabajadores y trabajadoras de la economía informal en su transición a empleos formales, dignos y estables, a la vez que se proporciona estabilidad salarial y se garantiza el respeto por los derechos humanos y laborales fundamentales (R204 de la OIT).
  • promover la integración de los principios del trabajo decente y de “empleos verdes” en el empleo de los jóvenes, el desarrollo de aptitudes y los paquetes de estímulo. Esto puede lograrse comprometiéndose eficazmente con los objetivos de sostenibilidad medioambiental, apoyando un modelo de transporte con bajas emisiones de carbono y contribuyendo de forma enérgica a la lucha por una transición justa en respuesta al cambio climático.
  • promover condiciones laborales seguras para todos los trabajadores y trabajadoras, incluidos los migrantes, hacer valer sus derechos laborales (ODS 8.8) y mejorar el funcionamiento de los sistemas que regulan los permisos de trabajo y los visados.
  • poner fin a la discriminación y el estigma. El COVID-19 no justifica el racismo o la xenofobia. Los estereotipos racistas pueden propagarse incluso con más rapidez que la pandemia. Los Gobiernos, las instituciones y las empresas desempeñan un papel fundamental a la hora de garantizar que sus políticas e intervenciones no tengan connotaciones discriminatorias basadas en la situación migratoria, la raza o la nacionalidad.

Resulta fundamental garantizar la participación activa de los trabajadores y las trabajadoras jóvenes en los procesos decisorios relativos a las medidas que deban adoptarse tanto durante la pandemia de COVID-19 como después de ella. A menudo los jóvenes están poco representados en dichos procesos, a pesar de que su participación y compromiso efectivo resultan cruciales para abordar los problemas que afectan a sus condiciones de contratación y laborales. Es preciso incluir los derechos y la voz de los jóvenes trabajadores en todas las reivindicaciones y respuestas políticas, no solo a la hora de elaborar medidas relacionadas con el COVID-19, sino sobre todo en el proceso de reconstrucción de un sistema económico, productivo y social más resiliente, justo y equitativo.

Los jóvenes trabajadores y trabajadoras del transporte de la ITF lucharemos para que estos cambios se hagan realidad y continuaremos reivindicando enérgicamente los derechos laborales y un cambio sistémico. Paralelamente, seguiremos impulsando nuestra influencia, mediante nuestras campañas, y solidaridad a nivel mundial, por encima de las fronteras nacionales, para superar juntos estos momentos difíciles. Nos aseguraremos de que todas estas reivindicaciones sean escuchadas y cumplidas plenamente. Están en juego nuestros derechos fundamentales y la sostenibilidad de nuestro movimiento sindical, a los que jamás renunciaremos. 

Nuestros trabajos, nuestros derechos, nuestro futuro.

 

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