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El Presidente de la ITF lleva al Vaticano la lucha en favor de la justicia y la igualdad

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Gracias, Monseñor, por su importante y emotiva introducción.

Sé que viene un buen número de personas, no nos gustaría que se perdieran algo importante, ya ha corrido la noticia de que la ITF está en la ciudad; una oleada de gente atraviesa las puertas del histórico Vaticano.

Como decía mi padre, un católico romano: “Nunca pensé que llegaras a convertirte en alguien, hijo, pero ahora estás en el Vaticano”.

Por consiguiente, bienvenido todo el mundo, compañeros y compañeras, camaradas, señoras y caballeros. Soy Paddy Crumlin, Presidente de la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF); representamos a unos 20 millones de trabajadores y trabajadoras del transporte de todo el mundo de todos los sectores de las cadenas de suministro y del transporte en general, ya sea navegación, estibación, aviación, carretera, ferrocarril, transporte urbano, pesca, a los que usted, Monseñor, se ha referido, así como turismo. Por tanto, somos parte del sustento o, si quiere, del alma de la mano de obra internacional. Ponemos en contacto a todas las industrias, ya sea minería, fabricación, venta al por menor, y en un mundo cada vez más globalizado somos las arterías de la productividad, del crecimiento de la riqueza y de la redistribución de los bienes con el objetivo de conseguir una vida mejor, más completa y más digna. Somos fundamentales para la esencia del comercio internacional en un mundo en el que la población aumenta exponencialmente.   

De manera que esta es una invitación muy oportuna por su parte, Monseñor, y por parte del Vaticano y, sin duda alguna puedo decir también por parte de su jefe, el Papa.   El gran jefe, bueno, no es el gran jefe, sino el gran jefe en la tierra.

Este es un momento de reconciliación y de consideración, y es maravilloso que la Iglesia Católica y en especial el liderazgo de la Iglesia no esté eludiendo sus responsabilidades morales, intelectuales, espirituales y éticas y esté preparada para cuestionar a todos los partícipes de este nuestro mundo físico con la intención de trabajar de una forma más eficaz, completa y moralmente aceptable.

Y la ITF acepta ese reto. No somos una institución política, aunque podemos hacer política. Representamos a una cooperativa de trabajadores y trabajadoras de esas industrias y a todos los trabajadores/as en el sentido más amplio de la palabra.

Creemos, como sin duda su Iglesia y usted mismo, Monseñor, creen que tiene que haber un equilibrio entre la adquisición de riqueza material y su redistribución, equilibrio basado en justificaciones moralmente aceptables, porque de no ser así, los 8,000 millones de personas que hay en el mundo se debilitan y se dividen cada vez más a causa de numerosas cuestiones  que nos alejan, ya sea el género, la edad, la raza o cualquiera de las diferencias que puedan existir. De hecho, como el Papa Francisco ha señalado, este es un momento de gran desadaptación y de guerras. La gran riqueza que se ha generado no responde a la necesidad de resolver conflictos en Oriente Medio o en zonas de África; una gran pobreza y desgobierno con tremendas oleadas de personas desplazadas en economías y sistemas políticos fracasados.

Por consiguiente, nuestra responsabilidad es aún mayor y la sentimos muy intensamente porque somos un movimiento sindical que representa a esos trabajadores y trabajadoras, no solamente los de nuestros sindicatos, sino a todos los trabajadores/as que se enfrentan a los tremendos desafíos que el mundo moderno nos presenta. Solamente lo podemos hacer conjuntamente, y aceptamos la mano que la fraternidad de la Iglesia y del Vaticano nos ha tendido.

Ya lo ven, este es un mundo increíble en el que siete, ocho o diez individuos controlan la riqueza de 3,500 millones de personas.  Se trata de un momento extraordinario en el desarrollo de la raza humana y de nuestro intento por conseguir una sociedad civilizada, cómoda y empática: contar con valores por los que esa redistribución de la riqueza no sea solamente aceptable sino que también sea una aspiración.

Estamos desafiando, como usted ha manifestado, a las instituciones políticas que permiten  que esto suceda y también estamos desafiando nuestras propias burocracias internas con el fin de ser más eficaces a la hora de conseguir que las mujeres y los hombres trabajadores puedan afrontar los retos del mundo moderno.

Es muy importante que cuestionemos el capital y las empresas, las corporaciones multinacionales, que creen que al no formar parte de un régimen normativo nacional específico, tienen el derecho a esquivar la auto-regulación y a no actuar en línea con los verdaderos valores de las comunidades en las que realizan sus servicios, y de hecho aprovechan la oportunidad para hacerlo.

Y existen numerosos ejemplos. La crisis financiera mundial, el tipo de crisis de un capitalismo en el que existe codicia, tergiversación y continuas quiebras de los bancos. De hecho, hubo una Real Comisión en Australia que fue horrorosa, uno de los países más ricos del mundo en el que los bancos han estado actuando de una forma corrupta y criminal durante muchos años de una forma que el australiano medio nunca pudo consentir.

Y la crisis financiera mundial y algunos de los marcos regulatorios puestos ahí como Basilea y la legislación estadounidense, pidieron regular los bancos de forma que no fueran explotadores ni especuladores sino que facilitaran el desarrollo material de la vida de las personas, ya sea vivienda o salud, para que la gente tuviera algún sustento y estabilidad en sus vidas. De hecho, la crisis financiera mundial hizo que los bancos  y cada vez más las multinacionales no funcionasen con el sentido de consideración moral o incluso de filantropía, sino que funcionan puramente para beneficio a corto plazo y eso se manifiesta en que están dispuestos a hacer casi cualquier cosa por conseguir ese beneficio.   

Ahora eso se ha puesto de manifiesto de muchas, muchas formas. Depende de nosotros y de nuestras comunidades continuar trabajando en el ámbito de ese marco, lo cual es difícil. Parte del derrumbe y del fracaso moral, en el ámbito del marco político internacional, es que las mujeres y los hombres trabajadores y sus familias ya no tienen fe en que sus instituciones políticas les protejan de esa codicia. La esclavitud a la que usted ha hecho referencia, la esclavitud infantil, y el abuso infantil y los numerosos abusos que usted ha mencionado, Monseñor.

Y los políticos no tienen ni la capacidad ni la intención de cuestionar algunos de estos grandísimos poderes económicos institucionales para que no puedan verter su responsabilidad en sus electorados. Por tanto, cada vez más vemos cómo las instituciones políticas fracasan, y yo no aludiré a ningún país en concreto, porque veo a muchos de mis compañeros y mucha gente en la sala asintiendo a la afirmación de que esto es un continuo fallo colectivo.

Desde ese punto de vista, el papel de la Iglesia, el papel de las ONG, el papel del colectivismo y del sindicalismo, el papel de aquellas instituciones y cooperativas cuyo principal objetivo es la redistribución y la igualdad social, es un intento de proporcionar un mundo material a una mayoría, no solamente a la minoría que tiene la valentía de alzarse en contra del elitismo político y corporativo, es un momento de gran valentía, Monseñor, es un momento de una gran revelación, de gran actividad colectiva.

Y de nuevo el hecho de que usted nos haya invitado a este lugar de gran historia y espiritualidad, algo a lo que ninguno de nosotros, desde luego yo no, que solo soy un disléxico marino y trabajador portuario, pudiéramos nunca haber aspirado. Y estar en este lugar de gran historia y autoridad indica que este mundo está cambiando y que se puede recuperar.

Finalizaré con un ejemplo concreto de Australia. Existe una compañía llamada BHP que fue creada por mujeres y hombres trabajadores australianos allá en el interior de Australia donde los australianos tienen un exceso de mineral de hierro. Hace cien años, creamos industrias que produjeron acero y generaron producción. Y mediante el empeño de tanto hombres como mujeres trabajadoras en entornos físicos a veces pésimos, creamos una compañía no solamente de riqueza y bienes materiales, sino una compañía que es segura y que trabaja para la comunidad australiana con la gran visión por parte de estos hombres y mujeres y de esa compañía de construir una nación. Y no solamente de construir una nación, sino que su visión encerraba muchos de los valores de la Iglesia, muchos de los mejores valores comunitarios, muchos valores democráticos, y se convirtió en una compañía cada vez más grande.

En los últimos años, se ha hecho tan grande que se ha fusionado con Billiton de Sudáfrica para formar una multinacional; está registrada en tres países. Ha dejado atrás su identidad nacional y su objetivo ha sido crear riqueza en todo el mundo.

Es significativo que estas cualidades morales especialmente ahora están expresadas a través de principios medioambientales, sociales y de gobernanza, un compromiso con el medio ambiente que pueda sustentar a esta enorme población de seres humanos a la que usted hacía referencia; una compromiso social para los trabajadores y trabajadoras y para las familias trabajadoras de forma que exista una redistribución de la riqueza que sea justa y que no debilite la productividad de la compañía sino que cree que una vida mejor para todos, no solamente en Australia sino en todo el mundo; y compromiso de gobernanza porque son empresas públicas, muchas de ellas propiedad  de hombres y mujeres trabajadores y de sus fondos de pensiones como hemos señalado – en Canadá, en Norteamérica, en Australia, en los Países Bajos, en toda Europa – donde los trabajadores y las trabajadoras han apartado sus salarios diferidos para no ser pobres y estar angustiados en su edad avanzada cuando son más vulnerables.

Una gran parte de ese dinero va directamente a la privatización de activos. No hay nada malo en la privatización como tal, pero si la privatización supone la venta de un bien público y entonces, una vez  comprado, se vende de nuevo a aquellos que lo poseían en un principio, lo que es, es una forma de corrupción política y corporativa.

Una parte también ha sido evasión de impuestos.  Dados los presupuestos que tiene la multinacional, la compañía puede eludir las responsabilidades que tiene con la comunidad. Esas comunidades no les importan nada, ya no es una compañía australiana o una compañía estadounidense. Así que no les importa nada acudir al bufete de abogados Mossack Fonseca, no les importa nada utilizar mecanismos externos para evadir impuestos y, en efecto, esta compañía ha hecho esto.

Si pensamos en Brasil y en algunos de las tremendas dificultades que Suramérica tiene, estas compañías han sido responsables de la caída de esas presas de mineral de hierro: Vale y BHP. Vale también ha estado ahora inmerso en otro drama con su reciente caída.

Pongamos, por ejemplo, esa falta de gobernanza. Estas Juntas Directivas no respetan la responsabilidad social en materia de salud y seguridad. Decenas si no cientos de personas han muerto. Muchas de las comunidades indígenas nunca se recuperarán.

Es obvio que podemos hacer demandas colectivas en contra de este tipo de empresas multinacionales pero, como se demostró con Chevron, estas compañías gastarán 10,000 o 15,000 millones de dólares para defender una demanda colectiva porque se si les hace responsables entonces se les hará responsables otra vez y otra vez y otra vez. Y muchas de estas comunidades pequeñas, y los trabajadores, y los sindicatos no tienen la capacidad material para salir victoriosos de estas luchas legales.

No nos dicen la verdad,  eso es parte del problema. Las noticias falsas, las mentiras, las distorsiones de los terribles retos y de quién es responsable de ello, es una norma generalizada. News Limited, por ejemplo, no es simplemente un periódico, es una corporación en su propio derecho y les compensa incluir información incorrecta y distorsiones que no solamente amplían su agenda política sino que también amplían su agenda corporativa. Una compañía propiedad de otro multimillonario más y de la familia de otro multimillonario más.

Y aquí acabo, Monseñor. Es maravilloso estar aquí en nombre de los 20 millones de trabajadores y trabajadoras de la ITF; espero, y así lo creo, que trabajando juntos podremos construir un mundo mejor.

Gracias por esta oportunidad; estamos deseando trabajar y hablar con ustedes no solo durante los próximos dos días sino durante muchas semanas y meses y años venideros. Gracias.

 

La Cumbre de Sindicatos del Transporte y Fabricantes fue organizada conjuntamente por la Federación Internacional de los Trabajadores del Transporte (ITF) y por el Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales (PAS) los días 4 y 5 de marzo de 2019.

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